SON ANTI NATURA
Faustino Collado
La historia de los muros para separar al homo sapien sapien es la del fracaso. Sea los muros naturales, que originaron las lenguas, como el desierto de Sahara, los océanos, los Alpes en Europa central, la muralla China (s. V a.C.- s. XV) o el muro de Berlín (1961-1989).
Es que la naturaleza y la historia humanas es la socialeza, es decir, la socialización. Hay un imán biológico, un sentimiento y necesidad razonados que nos acerca y agrupa. Esto ocurre tanto en los planos local, nacional como internacional. Así es nuestra especie, como ocurre con muchas otras especies no humanas, porque el planeta evolucionó hacia el agrupamiento y la unidad en la diversidad.
Los muros, entonces, son anti natura. Han sido el resultado de intereses particulares, nacionales y epocales. Trincheras pasajeras para las sociedades de la guerra. Justificados estos muros para la defensa militar, pero, finalmente, inútiles desde la invención de la catapulta (Siracusa, 400 a.C.), el cañón y, finalmente de la aviación.
Ahora, los muros no son para la guerra con armas, sino para la guerra del tránsito, la guerra poblacional acelerada por el colonialismo con sus trazados geográficos, y por el capitalismo con su concentración de la riqueza y la desigualdad generada.
Cuando el mundo se hizo mundo (Magallanes-Elcano, 1519-1521), y se rompieron los muros oceánicos; cuando con la interconectividad el mundo pasó a ser una «aldea global» (McLuhan, 1989), ahora han vuelto los muros USA-México, Gaza-Israel, RD-Haití, etc. Esto, indudablemente, es una involución humana, una incertidumbre atropológica, que empequeñece y retrasa las soluciones permanentes del desarrollo.
A la larga, como otros tantos muros, el dominicano está condenado al fracaso histórico, por razones físicas, geográficas y humanas. Los «zombis» del oeste seguirán pasando, aunque sea con una larga escalera humana que llegue hasta el cielo; entonces, aunque sea un solo «zombis» que cruce e «infecte» a un solo «perro del señor», o sea, a un domini-can, se verá que el muro necesario es el desarrollo y se recordará, bajo Lamentaciones, a los Jeremías que una vez lo advirtieron.
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